¿Sabías que existe una isla con los virus más mortales del mundo?

Hoy los invito a recorrer Civitá di Bagnoregio - un pequeño pueblo Italiano ubicado en la parte norte de la Región de Lacio, o Lazio en Italiano, entre las ciudades de Viterbo y Orvieto - que se encuentra en la lista de los pueblos más bellos de Italia.

Conocerlo es una invitación a dejarme cautivar por sus estrechas callejuelas, sus paisajes infinitos, su deliciosa gastronomía, su tranquilidad abrumadora y cómo no, por ese dolce far niente que tanto caracteriza al país de la pizza y de la pasta.

Empezaré mi relato contándoles que lo más llamativo de este pueblo es que se eleva como un islote a 443 metros de altura, y se accede por un estrecho viaducto peatonal de 300 metros, aquí los autos están prohibidos. Ofrece un escenario de encanto insólito, casi surrealista. Antiguamente, estaba unido a Bagnoregio, pero un terremoto los separó en el siglo XVIII y ahora están comunicados únicamente por el puente peatonal.

El cruce de dicho puente e ingreso al centro histórico de Civita di Bagnoregio tiene un valor de 1,5 €. Esta tasa simbólica funciona desde 2013, cuando el alcalde de Civita di Bagnoregio la instauró para labores de conservación del lugar.

La «Porta di Santa Maria» (Puerta de Santa Maria), o Porta della Cava, es el único acceso posible al pueblo. Con una logia de tres arcos - una vez en la cima y recuperando el aliento - pude admirar la belleza de la puerta tallada en la toba, una piedra caliza que se forma por precipitación de cal disuelta en agua o por acumulación de cenizas u otros elementos volcánicos muy pequeños.

Ya dentro del pueblo semi deshabitado - cuenta con tan sólo 12 habitantes - comprendí por qué lo llaman «La ciudad que muere». Ubicado en la cima de una colina de arcilla, está sufriendo un lento pero inexorable desmoronamiento debido a la acción de los fenómenos atmosféricos como el viento, la lluvia e inestabilidad del subsuelo. Me contaron que los últimos estudios geológicos han demostrado que en 100 años la altura de Civitá di Bagnoregio ha disminuido aproximadamente 25 centímetros, y la erosión que sufren las paredes hacen que se disminuyan los bordes unos 7 centímetros al año. Es decir, poco a poco, los palacios y edificaciones del pequeño pueblo se irán desmoronando hasta desaparecer. ¡Qué pena!

Las principales atracciones que visité en Civita di Bagnoregio

Cuando empecé a caminar por sus estrechas calles rodeadas de las típicas casas medievales con escaleras externas y balcones floridos me trasladé a tiempos muy lejanos. El campanario románico de la iglesia de San Donato en la plaza del mismo nombre, se destaca esbelto en el paisaje modelado por las fuerzas de la naturaleza.

Continué mi recorrido hasta llegar a la pequeña, perfecta y silenciosa Piazza di San Donato, cuya principal característica es la ausencia del piso central. En su lugar hay una mezcla de tierra roja y grava, lo que le da a la plaza un aspecto verdaderamente medieval. La Iglesia de San Donato tiene una portada renacentista, fruto de las transformaciones que ha sufrido a lo largo del tiempo, que está flanqueada por el campanario del siglo XII, en la base se incorporan dos sarcófagos etruscos en piedra basáltica.

Para el almuerzo elegí recorrer la calle principal de Civita di Bagnoregio, donde se encuentran diversas propuestas para los paladares más exigentes. Me recomendaron probar los mejores panini de la zona, en L’ Arco del Gusto donde su focaccia es famosa en toda la localidad. Más de 20 opciones para todos los gustos, toda una delicatessen ideal para reponer fuerzas a mitad del día. Yo pedí la focaccia “Del Frate”con queso local, nueces y miel que acompañé con una bebida fresca, en un lugar sombreado: un excelente descanso antes de continuar mi camino.

Mi siguiente parada fue en la zona oriental del Belvedere, donde se encuentra la cueva de San Bonaventura, una antigua tumba etrusca utilizada en la Edad Media por los ermitaños. La cueva toma su nombre de San Bonaventura di Bagnoregio, considerado uno de los biógrafos más importantes de San Francisco de Asis. Cuenta la tradición que en esta cueva el pequeño San Buenaventura fue curado milagrosamente de una enfermedad fatal por intercesión de San Francisco. Así fue como el hombre milagroso eligió consagrar su vida a Dios entrando en la Orden Franciscana tomando el nombre de Buenaventura, en memoria de las palabras que le dijo San Francisco después de su recuperación: bona ventura.

Una recomendación para los que vengan de visita: las mejores fotos del pueblo se logran desde el Belvedere y en el inicio del puente, mientras que las mejores fotos del valle se obtienen desde la parte oriental de la ciudadela.

Terminando el día, regreso con la sensación de haber recorrido un lugar increíble, desde el punto de vista geográfico, histórico y emotivo. Creo que merece la pena venir a este sitio, porque es encantador y porque además, de esta manera, podemos contribuir a su conservación. Sólo saber que existe la posibilidad de que desaparezca dentro de unos años le agrega condimento a la visita.

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