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En los últimos años, Europa ha experimentado un fenómeno creciente conocido como turismofobia, una reacción negativa de las comunidades locales ante la masificación turística.

Ciudades icónicas como Barcelona, Venecia y Ámsterdam, que durante décadas han sido imanes para turistas de todo el mundo, ahora enfrentan el desafío de gestionar el impacto del turismo excesivo. Las protestas, prohibiciones, tasas y multas se han convertido en herramientas para controlar el flujo de visitantes y proteger el bienestar de los residentes locales.

Los indicios más recientes de la reacción "antiturística" son literales: una creciente propagación de mensajes en forma de pintadas, carteles y pósteres de los lugareños en los puntos turísticos más frecuentados pidiendo a los visitantes que "se vayan a casa", y llamando a "Ni turistas, ni hipsters" y a "Quemar Airbnb", lo que obligó a los funcionarios locales a abordar el problema.

En muchos lugares, los residentes recurrieron a colocar señales falsas de "cerrado" en un intento de disuadir a los turistas de los lugares más populares. Asimismo, están reduciendo la llegada de cruceros y añadiendo prohibiciones y multas para controlar el comportamiento de los visitantes en playas, museos, monumentos y pueblos pintorescos.

El turismo masivo ha traído consigo una serie de problemas que han alimentado esta corriente - llamada “turismofobia” - tales como:

  • Sobrecarga de Infraestructuras: El aumento exponencial de visitantes ha sobrepasado la capacidad de las infraestructuras urbanas, desde el transporte público hasta los servicios de saneamiento.
  • Aumento del Costo de Vida: La demanda de alojamientos turísticos ha disparado los precios de alquiler, haciendo difícil para los residentes encontrar viviendas accesibles.
  • Impacto Ambiental: La afluencia masiva de turistas ha generado un aumento en la basura y el deterioro de áreas naturales y patrimoniales.

Para hacer frente a estos problemas, varios países europeos han implementado medidas para gestionar y limitar el turismo.

ESPAÑA:

Barcelona ha sido un epicentro de protestas contra el turismo masivo. Las autoridades han impuesto restricciones a la construcción de nuevos hoteles y regulado las plataformas de alquiler vacacional como Airbnb. Además, se han incrementado las multas para los alojamientos ilegales y las conductas inapropiadas de los turistas. En Ibiza y Mallorca las multas por tomar en la calle suben hasta 1.500 euros, se prohíbe a los veraneantes de algunos de los centros turísticos más populares comprar alcohol entre las 21.30 y las 8.00 horas y se impedirá a las embarcaciones de fiesta operar a menos de una milla náutica de determinadas zonas. Palma de Mallorca, la capital de las islas, se convirtió en la primera de España en prohibir Airbnb como parte de los esfuerzos de contención del turismo, y medidas similares se aplicaron en otras localidades europeas.

ITALIA:

Venecia ha introducido una tasa de entrada para los turistas de un día, destinada a reducir el número de visitantes y generar ingresos para el mantenimiento de la ciudad. También se han implementado límites en el número de grandes cruceros permitidos en la laguna veneciana para proteger el delicado ecosistema. Florencia prohibió los alquileres a corto plazo en el centro histórico de la ciudad a través de plataformas como Airbnb e introdujo una multa de 275 euros por merodear en los lugares donde se toman selfies.

GRECIA:

En la isla de Santorini se limitó el número de cruceros que pueden llegar y la Acrópolis de Atenas limitará el número de visitantes al día.

PAÍSES BAJOS:

Ámsterdam ha lanzado campañas para desalentar ciertos comportamientos turísticos y ha prohibido nuevas tiendas de recuerdos y heladerías en el centro histórico. La ciudad también ha aumentado las tasas turísticas y ha implementado multas para conductas perturbadoras.

CROACIA:

Dubrovnik la famosa ciudad, famosa por ser escenario de la serie "Juego de Tronos", ha limitado el número de cruceros permitidos por día y ha introducido un sistema de gestión de multitudes para proteger su patrimonio cultural.

PORTUGAL:

Impuso multas de entre 200 y 36.000 euros por comportamientos antisociales como poner música alta o acampar fuera de los campings.

ESCOCIA:

Los cruceros deberán pagar un nuevo impuesto para hacer frente al "doble desafío" de las emisiones y el exceso de turismo.

Todas las medidas adoptadas por estas ciudades buscan encontrar un equilibrio entre los beneficios económicos del turismo y la calidad de vida de los residentes. Si bien el turismo es una fuente crucial de ingresos y empleo, su gestión insostenible puede provocar la erosión del tejido social y cultural de las ciudades.

Por eso, la turismofobia es un claro indicativo de la necesidad de reevaluar y redefinir nuestras prácticas turísticas. Encontrar un equilibrio entre el desarrollo económico y la preservación de la calidad de vida de los residentes locales es esencial para garantizar un futuro sostenible para el turismo.

Al adoptar medidas proactivas y sostenibles, las ciudades pueden continuar siendo destinos atractivos y vibrantes sin sacrificar su identidad y bienestar.

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