Cada primer martes de mayo se celebra el Día Mundial del Asma, una oportunidad para hablar de esta condición que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo.
Aunque puede parecer una enfermedad compleja, en realidad entenderla es el primer paso para vivir bien con ella… y se puede.
¿Qué sucede en los pulmones cuando se padece asma?
El asma es una enfermedad inflamatoria crónica de las vías respiratorias que provoca la obstrucción intermitente del flujo de aire hacia los pulmones. En las personas con asma, las vías respiratorias (bronquios y bronquiolos) se inflaman y se vuelven más estrechas debido a la respuesta inmune del organismo ante ciertos estímulos.
Esta inflamación genera una mayor producción de mucosidad y contracción de los músculos en las paredes de las vías respiratorias (broncoespasmo), lo que dificulta la entrada y salida de aire. Los síntomas característicos de esta condición incluyen dificultad para respirar, opresión en el pecho, tos y sibilancias (silbido al exhalar). Estos episodios pueden ser desencadenados por diversos factores ambientales, alérgenos o estímulos físicos, lo que se conoce como "factores desencadenantes".
¿Qué puede provocar una crisis asmática?
Los detonantes varían de persona a persona, pero los más comunes incluyen:
- Ácaros del polvo, polen, moho y pelos de mascotas.
- Ejercicio físico intenso, especialmente en clima frío.
- Cambios bruscos de temperatura o humedad.
- El estrés emocional y la ansiedad pueden ser desencadenantes potentes de crisis asmáticas, debido a su impacto en el sistema nervioso y respiratorio.
- Humo de cigarrillo (¡ojo con fumar cerca de alguien con asma!).
- Infecciones respiratorias como resfríos o gripes: La rinitis alérgica no tratada puede empeorar el asma: nariz y pulmones están conectados, y las afecciones nasales pueden desencadenar o agravar los síntomas respiratorios.
Es importante destacar que el asma puede comenzar en la adultez, incluso en personas que nunca antes tuvieron síntomas respiratorios. Este tipo se conoce como asma de aparición tardía.
Existen distintas etapas de asma y entender la clasificación ayuda mucho al diagnóstico y tratamiento:
- Asma leve intermitente. Los síntomas ocurren no más de dos días a la semana o dos veces al mes.
- Asma persistente leve. Los síntomas ocurren más de dos veces por semana.
- Asma persistente moderada. Los síntomas ocurren diariamente y al menos una noche cada semana. Los brotes también duran varios días.
- Asma persistente severa. En esta etapa, los síntomas ocurren varias veces al día casi todos los días. También puede experimentar síntomas muchas noches a la semana. Es posible que esta etapa del asma no responda bien al tratamiento.
Las personas con asma pueden entrar y salir de estas etapas en función de cómo funcionan sus medicamentos o la frecuencia con la que se presentan los síntomas.
Además, hay formas específicas como el asma alérgica, asma inducida por el ejercicio que puede afectar incluso a atletas de alto rendimiento, como nadadores o corredores, o asma ocupacional, que aparece por exposición a sustancias en el entorno de trabajo.
Cómo diagnosticar el asma:
Se combinan la evaluación clínica con una serie de estudios que ayudan a confirmar el diagnóstico y a descartar otras causas de los síntomas respiratorios.
Estas son algunas de las pruebas:
- Espirometría: Es la prueba más común y fundamental ya que ofrece estimaciones sobre el estrechamiento de los bronquios al verificar la cantidad de aire que puedes exhalar después de una inhalación profunda, así como la rapidez con la que puedes exhalar.
- Flujo espiratorio máximo: Un medidor de flujo espiratorio es un dispositivo simple que mide la fuerza con la que puedes exhalar. Los valores de flujo espiratorio máximo inferiores a los habituales son un signo de un posible mal funcionamiento de los pulmones.
Pruebas adicionales:
- Prueba de provocación con metacolina: La metacolina es un desencadenante del asma conocido. Cuando se inhala, hace que las vías respiratorias se estrechen ligeramente. Si se reacciona a la metacolina, es probable que tenga asma. Esta prueba puede utilizarse incluso si la prueba de función pulmonar inicial arrojó resultados normales.
- Pruebas por imágenes: Una radiografía de tórax puede ayudar a identificar cualquier anormalidad estructural o enfermedad (como una infección) que pueda causar o agravar los problemas respiratorios.
- Pruebas de alergia: Las pruebas de alergia pueden realizarse mediante un análisis de piel o de sangre. Si se identifican los desencadenantes de la alergia, el médico puede recomendar inyecciones para la alergia.
- Análisis de provocación para el asma inducida por el frío y los ejercicios: En estas pruebas, el médico mide la obstrucción de las vías respiratorias, y luego la persona debe realizar una actividad física intensa o inhalar aire frío varias veces.
- Por último, los análisis de sangre son complementarios, no diagnósticos por sí solos, pero resultan útiles para identificar el tipo de asma y orientar el tratamiento. ¿Qué se mide? El nivel de anticuerpos IgE en sangre, que aumenta en personas con alergias y la cantidad de eosinófilos, un tipo de glóbulo blanco asociado a reacciones alérgicas e inflamación.
Aunque el asma no tiene cura, sí se puede controlar muy bien:
Hoy existen dos grandes tipos de medicamentos:
- Los de alivio rápido o "rescate", como los broncodilatadores, que ayudan a abrir las vías respiratorias durante una crisis.
- Los de control a largo plazo, como los corticosteroides inhalados, que se usan a diario para reducir la inflamación y evitar síntomas.
Con el tratamiento adecuado, una buena rutina que incluya el seguimiento de la respiración, y evitando los factores desencadenantes, muchas personas con asma llevan una vida activa, plena y sin sobresaltos.
En este Día Mundial del Asma, la invitación es clara: si sentís que te falta el aire más de la cuenta o tenés síntomas persistentes, consultá con un profesional. Conocer tu diagnóstico es el primer paso para vivir mejor.